“De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”. Jorge Luis Borges
El camino y la evolución de los libros impresos como se conocen hoy en día ha sido largo y arduo, desde los primeros registros de escritura en Mesopotamia hasta llegar a los libros impresos y digitales, como existen en pleno 2020. Al respecto, uno de los lugares pioneros en México fue la imprenta Madero, a continuación un poco de su historia y el porqué marcó una época.
Todo comienza en los años cincuenta, con el sueño de dos emprendedores: Tomás Espresate y Enrique Naval, dueños de la Librería Madero, misma que comenzó a operar en el siglo XX en el número 12 de la calle a la cual debe su nombre, y que prestaba especial atención a textos antiguos y un tanto raros.
Algunos años después, deciden ampliar sus operaciones a la imprenta, con tan solo una máquina de 50 x 70, ubicados en la calle Amberes. Tiempo después, al adquirir algunas máquinas más, pudieron mudarse a Aniceto Ortega, y posteriormente volvieron a cambiar su ubicación a la calle de Avena en la colonia Iztapalapa, en donde la Imprenta Madero continuó y terminó su ciclo de vida en 1998.
Entre sus colaboradores se podía distinguir a las siguientes mentes brillantes de la época: Vicente Rojo, José Azorín y Tomás y Jordi Espresate. En ella se formó un nutrido grupo de profesionales de las artes gráficas, como Hipólito Galván, Roberto Muñoz, Antonio González, Carlos Maldonado, Pilar Ríos, Candelaria Montiel y Efraín Morales.

La Imprenta Madero cobró importancia al ser un parteaguas en el diseño gráfico, por la innovación que estimuló a través de sus colaboradores, quienes al ser parte de este proyecto y todo lo que implicaba, pudieron conocer de cerca el proceso y experimentar con él. Por otro lado, en cuando a la librería que existió como antecedente, era el lugar en el que se llevaban a cabo tertulias literarias en las que se daban cita intelectuales de talla internacional que se encontraban viviendo en la Ciudad de México, entre ellos: el poeta malagueño José Moreno Villa la escritora y Margarita Nelken y el escritor del exilio republicano León Felipe (Felipe Camino Galicia de la Rosa), así como algunos más jóvenes, como los cineastas Luis Buñuel y Carlos Velo.
En 1954, el lugar realizó un tiraje de libros en conmemoración del fin de año y con especial dedicación a los clientes más frecuentes, que consistió en una paráfrasis de Shakespeare por León Felipe, titulada Macbeth o el asesino del sueño, misma de la cual Alejandro Finisterre realizó otra edición en 1974. Este era un pequeño volumen (31 x 20 cm) de tan sólo 46 páginas y encuadernado en rústica con solapas.
Con el paso del tiempo y en la transición de Imprenta Madero a Ediciones Era, esta se convierte en un nicho para autores emergentes como Rosario Castellanos, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco y Elena Poniatowska, esto a través de las dos primeras colecciones de la editorial, nombradas Ancho Mundo y Biblioteca Era, las cuales trataban específicamente temas de sociales y humanidades.
Era nace en el seno de militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas, organización que nace antes de la guerra civil española, como resultado de la fusión de la Unión de Juventudes Comunistas de España (PCE) y las Juventudes Socialistas de España (PSOE), al paso del tiempo se incorporaron a sus filas exiliados, o hijos de ellos como Pili Alonso, Fernández del Real, Nuria Galizpiendo, y Adolfo Sánchez Rebolledo.
Con lo anterior, Era desde sus inicios es un proyecto social y combativo, con ideales de izquierda, mismos que se ejemplificaban en textos que publicaron poco a poco, entre ellos: Menesteos, marinero de abril en 1965, de María Teresa León; Poesía española contemporánea, de Max Aub en 1969, el guión de André Malraux de Sierra de Teruel o Las ideas estéticas de Marx en 1965, así como Estética y marxismo en 1970, de Sánchez Vázquez; Un otoño en el aire en 1964, de Jomi García Ascot; Canciones de amor y sombra en 1965, de Luis Rius o Historias y poemas en 1968, de Tomás Segovia.
Todas las obras anteriormente mencionadas combinan con las ideas que impulsaron la editorial de Neus Espresate, directora de la misma: “publicar en México lo que no se podía publicar en España, en concreto lo que hacía referencia a la guerra civil, y procurar introducirlo en la Península”. Víctor Ronquillo describe de forma atinada lo que significó Ediciones Era para su época: “ERA es una editorial a la que los lectores debemos uno de los catálogos más ricos e influyentes, y que incluye la obra de los más prestigiados autores contemporáneos en ediciones logradas, no sólo con esmero editorial, sino también con talento artístico.”

Vicente Rojo y su contribución en Imprenta Madero
Pintor, diseñador, artista y editor, quien mediante su obra explora la modernidad de México; con su producción ha buscado ser “servicio social y utilitario del diseño editorial y la defensa de la autonomía, opacidad y dificultad de la pintura”. Nace en 1932 en Barcelona, España y llega a México en 1949 huyendo de la Guerra Civil en su país natal, estudió pintura y tipografía, ha realizado numerosas exposiciones individuales y colectivas, además, ha sido acreedor de premios en reconocimiento de su extensa trayectoria. Es parte de los artistas considerados “de ruptura”, por haber renovado la forma y el color, aunque él prefiere el término “de apertura”, por contribuir a la ampliación de la escuela mexicana.
Vicente Rojo comenzó a tomar importancia en el escenario de la imprenta en los años sesenta, gracias a que los fundadores de la misma le dieron libertad para experimentar con sus inquietudes de diseño manifestados en viñetas, marcos, plecas y grabados en meta; un ejemplo de lo anterior es el contraste de la película fotográfica antes de que la técnica fuera de uso comercial, aplicación de “barridos” de color en impresión de carteles, con lo cual fue posible rescatar lo tradicional de anuncias en luchas y boxeo, por último, el uso de pantallas fotográficas como un lenguaje para composición de imágenes.
Unos cuantos años después, este artista ya no trabajaba solo, llamó la atención de sus contemporáneos y algunos de ellos se incorporaron en el ámbito de diseño de la imprenta, en donde trabajaban de forma novedosa tomando como base el intercambio de experiencias y conocimientos. Entre los involucrados estaban: Adolfo Falcón, Rafael López Castro, Bernardo Recamier, Germán Montalvo, Efraín Herrera, Peggy Espinoza, Azul Morris, María Figueroa, Alberto Aguilar, Pablo Rulfo, Rogelio Rancel.
Tiempo después, alrededor de los noventa, al disolverse el grupo fundacional de la Imprenta Madero y en coincidencia con el Centenario del Cine, un grupo de creativos se reunieron con el objetivo de incentivar el trabajo colectivo y fundaron “Salón Rojo”, nombrado en honor a Vicente Rojo. Este proyecto se basaba en la participación libre y desinteresada, y escuchar críticas constructivas a través de discusiones entre profesionales para conocer el proceso creativo de cada uno de los involucrados.
Aunque Vicente Rojo falleció el 17 de marzo de este año, su obra sigue presente. Por su parte, ediciones Era siempre tendrá en su raíz a la Imprenta Madero, la Librería Madero y a todos los creativos de la época que hicieron posible este proyecto.
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